miércoles, 21 de mayo de 2008

Ases MiG-21 (1)

Durante las primeras semanas del conflicto el JG 8 fue destinado a misiones de ataque y apoyo cercano, puesto a que nuestros veteranos MiG-21PFM no eran los mejores rivales para los cazas occidentales más modernos. Sin embargo, siempre disponíamos de unidades en alerta para defensa del sector en donde estábamos desplegados y gradualmente comenzamos a realizar un buen número de misiones de patrulla aérea.

Mi primera victoria se produjo el 4 de octubre durante una misión de apoyo cercano. Habíamos atacado fuerzas enemigas utilizando bombas de racimo e incendiarias cuando el controlador de tierra nos informa que en las cercanías debería estar rondando un OV-10 que dirigía los ataques aéreos y de artillería. Costó ubicarlo y más aún tratar de derribarle, pese a estar pintado de gris, el pequeño bimotor era un blanco demasiado lento para mi avión.

Me ubiqué en su cola a unas ocho millas y comencé la aproximación en la que comencé a bajar la velocidad poco a poco. A seiscientos metros de distancia disparé dos ráfagas, fallé, pero cuando me encontraba a 300 metros logré varios impactos y el pequeño avión comenzó a caer con un motor en llamas. Volvimos a la base sin mayores novedades.

El 7 de octubre el JG 8 comenzó a turnar sus pilotos de forma que hubiese un Staffel siempre listo para misiones de defensa aérea sobre el aeródromo y alrededores, mientras que el otro cumpliría las misiones de ataque a suelo que fuesen necesarias. Es así que mi Staffel fue asignado a misiones de defensa aérea.

Alemanes y norteamericanos se habían mostrado muy activos atacando nuestros aeródromos de dispersión, por lo que siempre estábamos alerta para rechazar un ataque. El 9 de octubre se nos ordenó interceptar un vuelo enemigo a unas 50 millas de distancia de nuestra posición. Se trataba de F-4D norteamericanos que estaban realizando misiones de ataque contra nuestros sistemas antiaéreos. La mayoría de los sistemas antiaéreos que protegían el aeródromo cercano estaban siendo recargados, en tanto que otros habían sido ya anulados.

Nosotros llegamos justo a tiempo y logramos romper los ataques, sin embargo los americanos comenzaron a abandonar la zona tan pronto como notaron nuestra presencia. Aún así mi compañero logró derribar uno de los cazas americanos con un K-13M, mientras que yo puse poscombustión y comencé a seguir a uno de los “Phantom” más retrasados.

Me arrimé lo suficiente como para disparar un misil, pero el F-4 comenzó a maniobrar y nos enredamos en un combate a gran velocidad. El americano logró ponerse detrás de mí, en tanto que yo hacía lo posible para sacármelo de encima. Por delante pasó mi compañero a gran velocidad, dos segundos después y hubiéramos chocado, seguido por otro F-4, lo que significaba que había más bandidos en la zona.

Comencé un picado a gran velocidad, pues quería ganar energía, y el americano me siguió, sin embargo yo corté el picado con un giro a estribor a unos 200 metros de altura y el F-4 se recuperó más alto y a más velocidad, pasando de largo debajo de mí a muy corta distancia, lo que me permitió ponerme en su cola. El americano rompió y comenzó a trepar, estábamos a unos cuatrocientos metros cuando disparé el cañón, la primera ráfaga alcanzó el fuselaje, la segunda también, junto con las alas y el avión se transformó en una bola de fuego, sus pilotos se eyectaron. Cuando vi el indicador de combustible no quedó otra cosa más que aterrizar en un aeródromo de emergencia, dos F-4D habían sido derribados en ese combate, uno de ellos era mi segunda victoria, y la más importante. Si algo agradecía de mi avión era su maniobrabilidad y su excelente cañón. Los misiles K-13M eran buenos, aunque no lo suficiente, y su alcance era un suspiro, aún así, era gran avión.

El 8 de octubre se produjo una nueva interceptación. Formábamos parte de una gran formación de combate aéreo, en la que había MiG-21MF y MiG-23M propios y soviéticos. Todos estaban inmersos en un gran combate aéreo contra F-4E y F-15 americanos cuando se nos ordenó interceptar un vuelo enemigo que volaba a baja altura, a nuestras cuatro en punto, con rumbo a Berlín. Eran F-4F alemanes federales cargados de bombas.

Fuimos dirigidos por el control de tierra para atacarlos desde atrás. Bajamos a una distancia que nos mantuviese de incógnito y tan pronto como logramos vernos nos pusimos en posición de ataque detrás de los dos F-4F más retrasados. Levanté la nariz y armé los misiles, pronto estábamos a unos 500 metros de altura, tuve adquisición y disparé inmediatamente contra el avión de la izquierda.

El misil salió directo hacia el blanco describiendo una leve curva e impactó transformando al caza alemán en una antorcha. Pude ver como se desprendían parte de las alas, el empenaje, así como parte del armamento que había colgado de las alas. También observé dos eyecciones separadas por unas centésimas de segundo. El incendiado F-4F continuó volando y pasó por debajo de su compañero para estrellarse aparatosamente contra el suelo.

El segundo avión aún se mantenía en posición y apenas el otro misil me dio tono disparé, habrían pasado dos segundos o menos. El misil no tardó en alcanzar al segundo F-4F, aunque no se produjo una gran explosión y el avión resultó seriamente dañado, siendo rematado por mi compañero. Abandonamos el ataque y nos dirigimos a casa.

Mi última victoria fue la más increíble, y de hecho fue tan sorprendente que si no hubiera habido testigos y mi fotoametralladora no hubiese funcionado de forma correcta, nadie me lo creería.

Nos encontrábamos volando al Norte de nuestro aeródromo cuando el control de tierra informó que dos bandidos se dirigían a baja altura hacia el aeródromo, a gran velocidad y a nuestras siete en punto. Dimos la vuelta y pusimos proa hacia ellos.

Volamos a muy baja altura y tratamos de ponernos detrás, pero cuando estábamos a unos ocho kilómetros los cazas enemigos se pusieron de frente a nosotros. Uno de ellos disparó un misil y derribó a mi compañero, que volaba a unos 250 metros de altura, mientras que yo los ví pasar encima de mí. ¡Eran F-15!

Se me había helado la sangre. Yo iba muy rápido y realicé un giro muy abierto para tratar de ponerme detrás. Jamás había combatido con un F-15 y jamás supe lo maniobrables que eran esas bestias. Sabía que había dos aeronaves enemigas y tenía que buscar la forma de mantenerlos lo suficientemente cerca como para que no me dispararan, pero tratando de buscar una forma de poder derribarle o escapar.

Comenzamos una persecución a muy corta distancia y en un corto círculo, poco más de seiscientos metros, en la cual los dos estábamos en condiciones de ubicarnos en la cola de nuestro enemigo. Habrá durado unos diez segundos cuando comencé a perder la energía necesaria para mantener la persecución y mi sangre volvió a helarse, pues eso significaba que debía tratar de enderezar el avión y poner poscombustión para recuperar velocidad. Sin embargo volábamos a unos dos mil metros de altura con lo cual decidí mantener el espiral, pero descendiendo y acelerando.

Eso me permitió recuperar un poco de energía y velocidad, a la vez que ampliamos el radio del espiral, lo cual era mejor para el americano. Pude observar a otro F-15 pasando por delante y alejándose, por lo que me quedé un poco más tranquilo, no me estaba siguiendo. Cuando tuve suficiente potencia como para cerrar el giro, rompí el circuito y comencé a picar en línea recta, ganando mucha velocidad. Con esa energía, y buscando al americano como podía, logré volver al ruedo, aunque el “Eagle” era soberbiamente maniobrero y potente.

Habremos estado por unos treinta segundos así, o más, realizando un espiral ascendente, para luego picar nuevamente. No había más de quinientos metros de distancia y no sé por qué ninguno de ellos disparó, sus misiles eran terribles. Al cabo de unos instantes, mientras comenzaba a ascender, pude observar al F-15 justo delante de mí, con su aerofreno abierto y en plena trepada realizando tirabuzones. No lo podía creer. Reaccioné rápido, puse aerofrenos y traté de ubicar mi avión sobre el americano, pues yo iba muy rápido. Apenas vi toda su silueta llenado el visor de tiro, comencé a disparar el cañón como si tuviera municiones infinitas. Observé las municiones que alcanzaban las alas y el fuselaje, otras pasaban de largo, y otras volvían a impactar. Estaba gritando como loco cuando el caza americano estalló espectacularmente, no lo podía creer y tardé unos segundos en darme cuenta, también me percaté que aún tenía el dedo en el disparador del cañón, que ya no tenía proyectiles. Mi avión estaba ascendiendo, con los aerofrenos y flaps abiertos, perdiendo velocidad. Me recuperé rápidamente y comencé a ganar velocidad poco a poco, piqué hacia el suelo y volando a unos 50 metros de altura me dirigí a casa, el otro americano comenzó a seguirme a cierta distancia, pero estábamos sobre el aeródromo y comenzaron a tirarle con todo, aseguran que lo dañaron, pero no me disparó.

Cuando iniciaba la aproximación a la pista mi motor se apaga y comienzo a perder velocidad. La toma fue realmente muy dura, el neumático derecho reventó y mi avión comenzó a salirse fuera. Cuando tocó la hierba, el tren delantero se clavó en el suelo y el avión quedó allí, me eyecté un segundo antes, o así. No sufrí grandes heridas, aunque pasé una semana en cama curando mi hombro y rodillas.

Mi avión fue recuperado, pero fue directamente destinado a monumento en la base, con sus tres derribos y medio. En realidad era más costoso repararlo que esperar que los soviéticos nos mandaran otro en condiciones. A fines de octubre la unidad comenzaba su transición a los modernos Su-17M de ataque, con lo cual no habría más victorias relevantes.

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