viernes, 17 de octubre de 2008

Atrapando libélulas

Nuestra situación en Pradera de Ganso había sido algo comprometida desde el principio, antes de los ataques británicos no teníamos suficiente tren logístico como para soportar a las tropas de la guarnición, que incluso estaban penosamente armadas. Cuando los británicos lanzaron sus ataques aéreos y bombardeos navales la cosa no mejoró demasiado. Pero una semana antes de los desembarcos británicos nos la habíamos ingeniado para hacer un tren logístico más o menos adecuado que permitió mejorar las condiciones de la tropa, sobre todo en lo referente a comida y armamento.

Por nuestro lado, poco pudimos hacer con los aviones que resultaban dañados, aunque algunas reparaciones de campaña pudimos hacer. Para entonces teníamos siete aviones IA-58A “Pucará”, incluyendo refuerzos recientemente llegados. Los nuevos pilotos habían traído una serie de revistas y libros donde figuraban algunos de los helicópteros británicos, este joven oficial insistía en que sería muy fácil “derribar libélulas” con el “Pucará”, algo de lo que estábamos completamente convencidos, pero la expresión fue graciosa: -“Y si son libélulas las huevadas estas no me jodan, como el Lama!” - dijo señalando los aparatos en una de las revistas. Para entonces nuestras fuerzas estaban muy motivadas, dos días antes un “Dagger” había derribado un “Sea Harrier” y otro pasó humeando cerca de nuestras posiciones.

Mi primera acción de combate se produjo el 22 de mayo durante unos vuelos de reconocimiento armado, pero no fue hasta el 24 de mayo donde comenzamos a tener una actividad mucho más intensa. Desde el día anterior los ataques aéreos habían logrado encajar serios daños a las fuerzas navales británicas y la cabeza de playa estaba recibiendo ataques bien planificados desde que se comenzó a emplear a los aviones de reconocimiento fotográfico.

Ese mismo día se nos ordenó realizar un reconocimiento apenas las luces lo permitiesen con el fin de descubrir posibles movimientos enemigos que amenazaran Darwin. Despegamos ya con las primeras luces artillados con cinco coheteras y combustible completo, lo que nos daría una soberbia autonomía de misión. Realizaríamos un vuelo hacia Casa Quemada, sobrevolando luego las márgenes de la laguna Quemada, la zona del arroyo Camilla, para luego dirigirnos hacia los Montes Sussex y el Monte Alberdi.

La misión original, en sí, no iba a durar más que un cuarto de hora, pero quedaríamos a la espera de que se nos notificara algún blanco de oportunidad. Este apareció ya entrada la mañana, cuando nosotros realizábamos un reconocimiento sobre el monte Alberdi. Apenas llegamos a la zona divisamos dos estelas de misiles dirigiéndose hacia nosotros, ambos rompimos al mismo tiempo, yo primero piqué al rasante y después hice un giro hacia la posición de lanzamiento, la ubiqué mentalmente y luego preparé una segunda pasada donde realicé el lanzamiento de mis cohetes de las barquillas centrales, poco después seguiría mi compañero que batió la misma posición.

La segunda corrida de tiro hube de suspenderla por problemas con las barquillas subalares, por lo que decidimos solicitar apoyo para que la posición fuese controlada y atacada por otra pareja de “Pucará” que acababa de despegar. Aterrizamos y reportamos nuestra acción, por lo que otra pareja partió luego siguiendo nuestro mismo itinerario. Estos tuvieron un mal día, pues uno de ellos fue derribado por un “Sea Harrier”, mientras que el otro a duras penas pudo escapar del acoso y dirigirse directamente hacia Puerto Argentino.

El día 25 de mayo habíamos previsto acciones más osadas, sabíamos que los cazas ahora estaban disputando el cielo con los ingleses, por lo que habría una mayor distracción. Se nos ordenó realizar un ataque contra posiciones inglesas cercanas a los montes Sussex, las cuales habían sido descubiertas en uno de los vuelos de reconocimiento durante la tarde anterior. Se trataba de posiciones fijas, por lo que serían fácilmente identificables, desafortunadamente no contaríamos con las imágenes para poder planificar mejor la acción.

Despegamos armados con bombas en los soportes subalares y los tres lanzacohetes en el soporte central. Inicialmente serían dos aviones, seguidos poco después por dos más. Las imágenes mostraban posiciones de ametralladoras y lo que parecía ser una zona logística, aunque ya sabíamos que los británicos habían desplegado misiles antiaéreos en los montes, por lo que planificamos la acción para aparecer desde la zona menos esperada, cubriéndonos con los cerros hasta el momento de lanzar el ataque en contrapendiente.

Si bien hubo un retraso con la segunda sección, nosotros continuamos con la misión. El techo de nubes estaba bajo, por lo cual decidí atacar con los cohetes inicialmente. Llegamos a nuestro punto de inicio y de inmediato superamos las elevaciones, dirigiéndonos hacia el blanco, el cual me quedó un poco a la izquierda de donde había previsto, sin embargo el fuego ligero enemigo me guío hacia ellos. Ordené a mi compañero que atacara detrás de mí, de inmediato disparé los cohetes sobre la posición enemiga, estos fueron impactando hasta concentrarse en el blanco, que se cubrió de humo, tierra y fragmentos. Apenas superé la nube trepé hasta alcanzar la altura suficiente para buscar la cobertura del cerro, por mientras mi punto, que venía más alto y casi perpendicular al blanco, arrojó sus bombas que sembraron de cráter el terreno de la pendiente montañosa, aunque su avión recibió cientos de impactos y debió abortar la misión. Yo decidí realizar un lanzamiento parabólico de mis bombas sin exponerme al fuego antiaéreo, pues la segunda sección se encontraba bajo ataque de los misiles antiaéreos enemigos.

Tan pronto lancé las bombas pude observar un helicóptero sobrevolando el estrecho cuando se alejaba de los buques con rumbo a la playa. Decidí arriesgarme y comencé a acercarme, pude ver que era una “libélula”, ¡como había dicho Luisito! Se trataba de un “Gazelle” y estaba artillado, era idéntico a los derribados por los hombres de Esteban cuando se replegaban de San Carlos el 21 de mayo. 

Cuando lo tuve al alcance de mis cañones comencé a disparar, pero quedé corto y yo venía demasiado rápido, por lo que de inmediato comencé a bajar la velocidad, pero ya lo había superado y el inglés me había visto. Realicé un giro cerrado hacia la izquierda al mismo momento que el “Gazelle” lo hacía hacia la derecha, no podía creer mi mala suerte. 

El helicóptero maniobraba muy bien y en ángulos de 90º, logrando romper cada uno de mis ataques. Sin embargo decidí trepar y lanzarme en suave picado sobre él desde unos 1.000 pies y directamente desde atrás, si giraba aún podría maniobrar para seguirle, y eso sucedió. El inglés me vio llegar y no solo rompió mi ataque, sino que también se elevó un poco sobre el agua, es entonces cuando, recuperándome del giro posterior al picado, quedo justo a sus cinco en punto a unos 100 metros, con el helicóptero llenando mi visor de tiro. No dudé y descargué todo mi arsenal sobre él, varios proyectiles de 20 mm lo impactaron, a juzgar por el fuego que se apoderó de él antes de que estallara y sus restos cayeran a las aguas del estrecho. Gritaba como loco: ¡Un gringo menos! ¡Tiré una libélula Luisito! Gritaba entre insultos y festejos, los  pilotos de la otra sección vitoreaban al haber visto los restos llameantes del helicóptero caer al mar. 

El 26 de mayo sabíamos que las fuerzas británicas estaban tratando de orquestar un ataque contra Darwin y Pradera de Ganso, luego supimos que nuestros ataques habían retrasado la acción dos días como mínimo. Luego de haber lanzado algunas misiones de reconocimiento armado y ataque contra algunas posiciones específicas, el 27 de mayo despegamos en otra sección para realizar un reconocimiento armado sobre Casa Quemada y Camilla, sabiendo que por allí encontraríamos a las fuerzas enemigas.

Íbamos armados con cinco coheteras cada uno y constituíamos la sección “Mosquito”, Luisito era mi numeral y apenas subimos a los aviones el gritó: - “Hoy vamos a tirar un par de libélulas, capitán”. Realizamos el reconocimiento sobre la zona y efectivamente pudimos corroborar la presencia de fuerzas inglesas en la zona. Nos lanzamos al ataque y concentré el fuego de las coheteras centrales sobre unas posiciones que estaban junto a la laguna Quemada, mientras que mi compañero hacía lo propio. Cuando lancé mi segunda corrida de tiro, ordené a mi numeral que atacara y que retornábamos a Pradera de Ganso para rearmar, ya que combustible había suficiente.

Luego de recuperarnos del ataque pudimos observar estelas de condensación encima de nosotros primero pensé que eran misiles, pero la radio explotaba ya que los cazas ingleses estaban combatiendo con los nuestros. Más tranquilo comenzamos a retornar cuando se nos notifica de la presencia de helicópteros en las cercanías de los montes Sussex.

Con el armamento fijo nos dirigimos a la zona y pudimos observar una formación de tres “Wessex” HU.5 volando en rasante y rumbo a los buques. “¡Ahí están tus libélulas pibe!”, le grité, mientras nos aproximábamos bien pegados al terreno y desde atrás. Yo centré a uno y comencé a dispararle, pero fallé, por lo que continúe aproximándome, reduciendo la velocidad lo suficiente como para quedar estable y a unos 50 metros abrí fuego con todo el arsenal de abordo. Pude observar como los proyectiles daban desde abajo en la cola y el piso del aparato que comenzaba a echar humo, para después quedar envuelto en una bola de fuego.

Aceleré y trepé por encima de ambos aparatos cuando Luisito comenzó a gritar “¡Le di!, ¡le dí al mierda ese! ¡Se cae lleno de fuego! ¡Cayó el pirata!"

Después del ataque el otro helicóptero inglés solo atinó a moverse en zigzag y tratar de romper nuestro acoso, sin embargo luego lo vimos aterrizar y me encargué de centrar todas las municiones que me quedaban en él, poco después siguió mi numeral que terminó la faena. Posteriormente las acciones fueron más estrechas y nos concentramos en el apoyo cercano contra las tropas inglesas que atacaban Darwin. Fue el 28 de mayo que resulté derribado por un misil “Stinger” y hecho prisionero.

Cuando la guerra concluyó, la unidad había derribado un total de siete helicópteros británicos, de ellos dos y medio me correspondían, el medio restante lo compartía con Luisito, que a su vez sumaba otra victoria.

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